sábado, 24 de octubre de 2009

Los Angeles y yo


Soy afortunada. En los 8 años que llevo viviendo en Estados Unidos he podido vivir en diferentes ciudades: San Antonio, Fort Worth, Dallas, Miami, Denver, Los Angeles y de nuevo Dallas. Pero salvo por la belleza de los paisajes de Denver no siento nostalgia por ninguna cuando no estoy en ellas. Es diferente por Mérida, México , una ciudad donde dejé, además de mi alma una parte importante de mi vida. Y siempre estaré nostálgica de ella y de la libertad que me dio.

Vivir en una ciudad es diferente a vivir la ciudad. A mi me gusta lo segundo, caminarla, perderme en las avenidas, hablar con la gente, tomar el subway, conocer sus ritos. Hacer turismo aunque viva en ellas y enterarme por qué respira, huele y traspira de esa forma.

La que menos me gustó hasta ahora es Los Angeles, que desde luego no hace honor a su nombre. Mi departamento ubicado en la avenida Wilshire, una de las arterias que la divide estaba cerca del centro y muchas veces me decantaba por caminar hasta Los Angeles Times, el periódico donde trabajaba. O bien caminaba en un parque cercano cada mañana antes de ir a mi trabajo para hacer algo de ejercicio, pero la fotografía más frecuente con que se topaban mis ojos eran los homeless, los desposeídos, que parecían siempre más. El fétido olor que despiden los precede y entonces podías adivinarlos y cuando se paraban o pasaban frente a ti, ya no eran una sorpresa. Los hay de todos tipos, razas, colores, tamaños, formas y vienen de diferentes partes. Se calcula que hay 90 mil pordioseros en esa ciudad. Escogen Los Angeles por el clima (obvio) siempre cálido. Los albergues no se dan abasto y hoy por hoy son el paisaje urbano más reconocible, sobre todo del centro y sureste de esa ciudad.

Anoche, (viernes por la noche) renté una película,la escogí por el nombre "The soloist" y resulta que está basada en un homeless de Los Angeles que fue objeto de varias columnas de Steve Lopez, un periodista de Los Angeles Times.
"The soloist"es la historia de un hombre con esquizofrenia que estudio en Julliard y que tuvo que abandonar la escuela por sus precaria salud mental.

Sin ser una crítica hacia la sociedad por el abandono en que viven estas personas, la película te deja un sabor extraño en el alma. Es como si de pronto te dieras cuenta de lo afortunada que eres.

Lo asombroso es la forma en que hacen periodismo los gringos, nada que ver con los parámetros de los hispanos, (al menos en los periódicos en los que he trabajado) tienen absoluta libertad para buscar sus temas y para investigarlos no hay con que debes entrar a las 9 y salir hasta las 9. Hacer páginas como chorizos y escribir noticias como si fueran tortillas.

Ya había tenido una muestra de eso mismo con el libro La Jornada de Enrique que escribió Sonia Nazario, otra periodista de Los Angeles Times. Creo que esa libertad es la diferencia entre elperiodismo de nuestros países y el de éste. Buena película, con la belleza que sólo la tristeza puede dar.



Abur

Lamaga.



No hay comentarios:

Publicar un comentario