martes, 15 de noviembre de 2011

El molcajete de mis deseos



"Voy a hacer una salsa mocajeteada", decían mi mamá o mi abuela. "Mira ese, el novio de María, tiene cara de molcajete", suspiraba una tía al ver pasar a un individuo flaco, con cara redonda y llena de cicatrices de acne, " Doña Flora, la loquita se cuelga hasta el mocajete", criticaba otra tía y mi padre remataba : "Aqui está tu molcajete para que sigas moliendo". Y así, entre caras de molcajete, collares de molcajete y salsas molcajeteadas transcurrió mi vida en México. Todos sabíamos lo que era un molcajete, todos lo usábamos y todos sabíamos cuánto pesaba ese mortero de piedra volcánica, negro, chato, grueso e infaltable en una cocina de las de antes. Lo que más odiaba era lavar el mocajete, porque los restos del chile toreado y del tomate medio asado se quedaban atrapados en los pequeños cráteres, aunque lavar el tejolote o temachín, es decir la piedra de moler no era tan difícil.

Y como doña Flora, la vecinita vieja y loca que vivía a cuatro casas de la mía, un día en la prepa yo también me colgué el molcajete, uno pequeño que mi hermana Adriana me trajo no recuerdo de donde. Usaba , como se estilaba en ese entonces, una cadena plateada con muchoss muchos dijes: un buho dorado con incrustaciones de jade, un signo de amor y paz, un trébol de la buena suerte, una cruz y no recuerdo cuantas cosas más; entonces no faltaba quien me dijera, sólo te falta el molcajete y yo feliz, se los mostraba y me sentía orgullosísima de ello.

Llegar a Estados Unidos y extrañar un molcajete para hacer un buen guacamole fue una sola cosa. Con el tiempo aprendí a hacerlo con un tenedor en un bowl de plástico; nunca sabrá igual ciertamente. Sí, claro, siempre se puede traer uno de México, pero es una de esas cosas que una va dejando para luego. Todo esto viene a cuento porque hoy fui a una de mis tiendas favoritas, Sam Moon, el paraíso bolsístico y de joyería de fantasía aquí en Dallas. Al lado de esa tienda está el Sam Moon del equipaje y hoy descubrí que abrieron un Sam Moon para el hogar. Home decor, le llaman acá. Tras hacer algunas compras entré a ver qué tenían en la tienda de Home decor y también porque andaba en busca de una sartén para hacer omeletes, así las cosas, apenas cruce el umbral mis ojos se toparon con un molcajete, grande, negro, pesado, poroso fui a ver el precio y ahí estaba en etiqueta roja, o sea en oferta, $60.00 dólares para quien quisiera llevárselo, y era el único, me dijo una empleada cuando vio mi interés en el mortero. Entonces pregunté, ¿Hay muchas personas interesadas en él? En comprarlo no, me dijo, pero en saber que és si. Siempre me preguntan qué para qué sirve. ¿Y lo sabes? I'm not sure, respondió con su acento asiático, pero se verá bonito en cualquier casa; si le dije, muy bonito y sonreí, porque al menos por eso momento, el molcajete fue para mi una cara, un dije, un sabor.


Abur!

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